Gabriel Sopeña. Poesía y rock, para ver y creer

11.10.2024

Jesús Gella Yago 6 octubre 2024 anaquelesabarrotados

El parque de San Pablo, a orillas del Ebro, es uno de esos necesarios oasis que dan verde y sosiego a nuestra ciudad. En plenos Pilares sus senderos que discurren entre chopos, cipreses y encinas se convierten en lugar de bullicioso encuentro en torno a la gastronomía y la música para todos los gustos. Lleva el nombre del cercano barrio que conocemos popularmente como El Gancho y del templo gótico-mudéjar que se levanta en su corazón. San Pablo, el apóstol que camino de Damasco tuvo que perder el sentido de la vista siendo todavía Saulo para ver por fin y para creer. En este oasis urbano nos invitó Gabriel Sopeña a cruzar sus particulares Desiertos, a ver y creer que poesía y rock no andan reñidos. Para nosotros una confirmación y para otros, quizá, una epifanía. Con el tiempo limitado por la organización, una banda en la que el guitarrista Javier Pérez asumió con crédito las labores de los cómplices habituales Jorge Gascón y Julio Calvo Alonso, y con Gabriel afectado por una inoportuna laringitis, resolvieron un concierto breve pero con momentos de brillante exquisitez con la honestidad, tablas, tripas y pundonor propios de quien cuenta ya más de cuarenta años sobre los escenarios.

La banda recibió a Gabriel sobre el escenario con los primeros acordes de Brillar y brillar. Esta canción fue germen de su alianza con Loquillo durante la grabación del LP Hombres, hace ya treinta y tres años. Tiempo suficiente para acabar con un Mesías pero también para consolidar una relación personal y profesional que el Loco anda celebrando actualmente con su gira '30 años de Transgresiones' y que hará parada en la sala Mozart del rebautizado Auditorio de Zaragoza el próximo 1 de noviembre. El paso del tiempo trae lucidez (y quizá también cierto desencanto) y la línea 'sé que mi personaje es el precio que debo pagar' cambió por 'sé que tanta mentira es el precio que debo pagar', en una canción que ya nació como manual de resistencia ante golpes, embates y traiciones. La interpretó Gabriel con convicción, arropado por los coros de la banda y con una guitarra de doce cuerdas de la que ya prácticamente no se iba a desprender en todo el concierto.

Aún echó más atrás la vista Gabriel con una exultante versión de Un corazón como tú, extraída del primer LP de El Frente titulado Otro lugar bajo el sol, y que en algunos momentos sonó sorprendentemente revestida de glam por la guitarra de Javier Pérez y con Guille Mata reforzando las voces. Después de saludar con un enérgico «¡Buenas noches!» y de desear unos felices Pilares, Gabriel retrocedió hasta el origen de su carrera con el siguiente tema, Resaca, single del LP coral Sangre española en el que andaban Proscritos, Más Birras y Las lágrimas de mermelada, y en el que participaron aquellos primigenios Ferrobós con los que Gabriel se había dado a conocer en 1982 al ganar el I Concurso de Rock Ciudad de Zaragoza. Esta «resaca de amor, esta resaca de Dios» cabalgó sobre el largo aliento del hammond de Óscar Carreras yla potente batería de José Luis Seguer Fletes, y brilló con un solo de Javier Pérez.

Sobre las notas del piano de Óscar anunció Gabriel que el siguiente tema era algo más reciente. De su penúltimo LP de estudio. Sangre Sierra de 2017, llegó Queda tan lejos el cielo. El slide de Javier planeó sobre esta hermosa canción y nos condujo hasta un poderoso crescendo armado sobre un solo del guitarrista. Gabriel no dudó en cederle generosamente el espacio central para proporcionarle un merecido protagonismo, fundiéndose al final en un afectuoso abrazo.

Gabriel se descolgó la guitarra para poder liberar su gestualidad en la siguiente canción. Se refirió a Lisboa como «una canción con suerte», ya que en un principio el Loco no iba a interpretarla en su disco La vida por delante de 1994 pero el ilustre guitarrista y productor Jordi Pegenaute, que esta noche se hallaba entre el público de visita en Zaragoza, supo ver su potencial. Con la cantora Eva Lago armada con tambor de mano y con el vigoroso bajo de Guille Mata guiando nuestros pasos por aceras adoquinadas en busca de un rielante atardecer de estuario, Gabriel la interpretó con la pasión y desgarro necesarios, cantando con su voz y sus manos, elevando a treinta los diez años transcurridos a los que alude el texto original.

José Luis Seguer Fletes se pasó al cajón y Gabriel animó con palmas al público para introducir el siguiente tema, que iba a correr a cargo de Eva Lago. La cantora, que se prodiga en otros proyectos como Mabuse, Alma de Cántaro, Compayos o China Chana (con los que junto a Fletes hizo sorprendente doblete actuando justo antes del concierto con Gabriel), derrochó voz y simpatía en Mujeres de ambas orillas, un poema del propio Gabriel Sopeña musicado para el disco coral de voces femeninas 'Orillas' (Prames, 1998).

Regresó Gabriel al escenario preguntando quién no había visto todavía la película La estrella azul de Javier Macipe. '¡Siempre en memoria de Mauricio Aznar!', exclamó, antes de que las escobillas de Fletes arrancaran una countrificada versión de Cantores en la que Gabriel y Eva compartieron las voces mientras Óscar Carreras se lucía con un solo de hammond. Curiosamente, en esta ocasión la línea «es más fácil obedecer a un general que saber a qué pueblo condena» no provocó el habitual aplauso espontáneo del público. Será que el lugar y el ambiente no eran los más propicios o quizá es que ya estemos haciendo demasiado callo ante desmanes y tragedias.

El único recurso del concierto al estupendo último disco de Gabriel, publicado este mismo año bajo el título Desiertos, llegó a continuación con Coartadas. Un ligero despiste hizo que tuvieran que reiniciarlo, reconociendo Gabriel con simpatía y soltura que «para que esto salga bien es importante que todos toquemos la misma canción». Un comprensivo aplauso celebró su salida y Coartadas brilló al fin con la acogedora luz que atraviesa los Desiertos de Gabriel, con las teclas de Óscar y las cuerdas de Javier supliendo los arreglos de viento de la grabación original y con Guille ocupándose de la segunda voz más grave.

La historia de Mamá Lola en Un fogonazo, leyenda del zaragozano barrio de Casablanca, dio paso a una rotunda declaración de principios de Gabriel: «¡Todo hay que hacerlo con elegancia!». Con un ácido y lúcido texto que adapta un poema de Jacques Brel llegó así Con elegancia (Avec elégance). La dupla rítmica formada por José Luis Seguer Fletes y Guillermo Mata la dotaron de especial contundencia mientras la guitarra de Javier y el hammond de Óscar se trenzaban prolongando el final del tema.

Sobre un sutil fondo de piano aprovechó Gabriel para presentar al equipo. En la sala de máquinas, el infalible José Manuel Glaria controlando el sonido y David Gálvez a cargo de las luces; a la batería, casi un hermano, José Luis Seguer Fletes; «desde Portland, Oregón» (bromeó Gabriel), Javier Pérez a la guitarra; dando lecciones de música y humanidad, Óscar Carreras al piano; la luminosa Eva Lago aportando su voz y carisma; y «haciendo de nosotros algo parecido a un buen grupo», Guillermo Mata al bajo y como director musical.

Empezando por el estribillo arrancaron Soltando lastre a voz y piano, uniéndose después toda la banda en un enérgico crescendo en el que la batería de Fletes sonó con gran rotundidad. A estas alturas del show la voz de Gabriel ya se resentía por su afección laríngea, pero fue eficazmente arropado por los coros de sus compañeros.

Llegó el momento de recurrir al eterno e infalible cancionero de Más Birras, por fin merecidamente multirepresentados y multihomenajeados en estas fiestas del Pilar. Afirmó Gabriel que Mauricio Aznar sostenía que, de haber nacido en Aragón, en lugar de la armónica Bob Dylan se hubiera decantado por un tambor, de los grandes, como los de Calanda. El trepidante ritmo de El hombre del tambor y su profusión de referencias dylanianas nos llevó al final del set principal.

El estricto horario marcado por la organización solo iba a dejar tiempo para dos bises, después de una salida y raudo regreso al escenario. Los temas elegidos iban a recordar una vez más a Más Birras.

El primero fue rescatado del último LP de la añorada banda zaragozana, Tierra quemada de 1992. Adornada por guitarra y piano santaneros lució tan exótica y dulcamara como siempre Promesas rotas. Lanzó Gabriel a continuación un oportuno ruego: «…la canción habla del rock and roll, pero lo importante es no renunciar nunca a apostar por aquello en lo que se cree». Así, fue ese himno atemporal en que se ha convertido Apuesta por el rock and roll el encargado de redondear el concierto.

Aunque fue un concierto breve con un repertorio algo recortado para ajustarse al horario previsto, en circunstancias de salud adversas y aunque recinto y público, por su carácter festivo y algo distraído, no fueran quizá los más apropiados, nos fuimos a casa con un buen sabor de boca. Lo único que podemos lamentar es la poca presencia de temas nuevos del LP Desiertos, pero es de comprender que las especiales exigencias de un concierto de acceso libre en plenas fiestas obligan a plantearse distintos fines y objetivos a la hora de confeccionar el setlist

De un modo u otro, quedó nueva y sobradamente demostrado que la música y la poesía de Gabriel Sopeña son una necesidad en estos tiempos.

En cuanto nos proponga una nueva cita, estaremos encantados de volver a caminar junto a élentre dunas, riscos y malpaís. Y lo haremos en busca de un oasis en forma de canción que alivie la travesía por esos Desiertos geográficos y vitales que, en la compañía apropiada, resultan tan hostiles como subyugadores en su salvaje y agreste belleza.

«Verás a una legíón de almas heridas / devorando a bocados la tristeza / cruzando el desierto / como tú y como yo…»